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Sunday, 13 November 2016



 Por QUÉ VIAJAR TE HACE MÁS INTELIGENTE 


Está demostrado: aquí tienes la prueba
Alamy

Hay cosas que aprendes cuando viajas que de ninguna manera podrías haber sabido permaneciendo en casa. Y no hablamos de asuntos como conocer los mejores vinos de cada región italiana o descubrir a qué huelen las calles de París, sino de algo mucho más profundo. Te das cuenta, por ejemplo, cuando logras comunicarte por señas con alguien del extranjero, cuando eres capaz de planear una ruta alternativa en el metro de una ciudad que no conoces o, cuando, después de varios días observando un comportamiento que te resulta extraño en los lugareños, consigues dilucidar qué significa. Entonces, enlazamos la idea de viajar con la de sentirnos más inteligentes. Pero ¿es una sensación infundada o real?
"Al realizar cualquier nueva acción, incluido el estudio de cualquier materia, o estar de viaje en otros contextos distintos a los que normalmente se desenvuelve la persona, el cerebro crea nuevas conexiones. Cuantas más conexiones tenga una persona, más herramientas tendrá para la adaptación a nuevas experiencias e incluso para saber responder, en menor tiempo, a problemas que se le planteen a lo largo de su vida", explica el Dr. Fernando Miralles, Profesor de Psicología en la Universidad CEU San Pablo.
Esta misma teoría la defiende el psicólogo Jaime Burque, que nos cuenta lo siguiente: "Cuando viajamos, nuestro cerebro sale de su “zona de confort cognitiva” y tiene que enfrentarse a escenarios diferentes: nuevos estímulos, cambios y problemas inesperados, sensaciones nuevas... Un cambio total en las rutinas de nuestra mente, que provoca, a su vez, que nuestros niveles de atención, solución de problemas, imaginación o incluso habilidades interpersonales aumenten de manera significativa".
Su estancia en África cambió la forma de pensar de Karen Blixen
D. R.
¿QUÉ DICEN LAS INVESTIGACIONES?
Por ahora, la sensación de sentirnos más inteligentes tiene mucho de real. Pero hay aún más buenas noticias para quienes teníamos esta intuición, en forma de múltiples estudios que así lo corroboran. En uno llevado a cabo por la Kellogg School of Managementen Illinois, los investigadores notaron que los estudiantes que habían vivido en el extranjero tenían más probabilidades de resolver un problema creativo complicadoque aquellos que nunca habían salido de su país. El trabajo concluía que "la experiencia de otra cultura dota al viajero con una valiosa apertura de mente, haciendo más fácil para el mismo darse cuenta de que una misma cosa puede tener más de un significado".
En la misma línea van las investigaciones de la Singapore Management University, que evidencian también que las personas que más experimentan otras culturas son más capaces de generar ideas creativas y de establecer enlaces más inesperados entre conceptos.
Pero ¿podría ser que lo que suceda es que quienes están inclinados a viajar son más creativos de por sí? Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Florida, no. Durante el mismo, se repartieron tareas que requerían de pensamiento creativo para ser resueltas a tres grupos de alumnos/as: a los que ya habían estudiando fuera, a los que estaban planeando hacerlo y a quienes no tenían pensado salir del país. ¿La respuesta? Aquellos que habían viajado consiguieron mejores resultados que los otros dos grupos.
El viaje te permite ver la vida de otra manera
D. R.
¿POR QUÉ VIAJAR AFECTA POSITIVAMENTE A LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS?
Burque lo explica así: "Cuando nos vamos de viaje, aumenta lo que se llama la “flexibilidad cognitiva”, es decir, el cerebro debe moldearse de manera eficaz a los cambios que se producen a su alrededor, lo que a su vez mejora nuestra capacidad de atención, receptividad, imaginación y creatividad. Además, el hecho de estar en contacto con otro ambientes, personas o culturas diferentes aumenta también nuestra mente abierta y tolerancia ante nuevas situaciones. ¿Consecuencia final de todo lo anterior? Que nuestra capacidad para resolver problemas aumenta de manera significativa".
Asimismo, el experto añade: "Además, el viajar nos llena de fortalezas psicológicas como la humildad, la creatividad,  la apreciación de la belleza, la curiosidad o la pasión por aprender, lo que hace que nuestro cerebro se vuelva una esponja, asimile al máximo y esté abierto a nuevas experiencias en la vida. Por otro lado, el hecho de viajar puede aumentar nuestra atención plena a cada momento presente, lo que se traduce en que el ordenador de nuestro cerebro esté al 100% en cada situación, exprimiendo al máximo sus capacidades".
El Dr. Miralles también se muestra de acuerdo con esta cambio a mejor de nuestras capacidades: "La adaptación y la comprensión a otras culturas y formas de entender la vida, así como, la apertura al cambio serían tres factores psicológicos que se varían alterados positivamente", enumera.
Pero no es eso todo lo que influye en que nos sintamos más contentos con nuestro desempeño intelectual cuando nos vamos de viaje o al volver del mismo. Nos lo explica Burque: "Viajar también disminuye miedos y estrés, por un lado, y por otro, nos relaja y nos hace estar alegres, provocando que nuestro balance emocional (la proporción de emociones positivas que tenemos al día por cada emoción negativa) aumente. Cuando aumenta, se dice que las personas “florecen”, como si de plantas se tratase. Así, se produce un efecto dominó en todas las áreas de nuestra vida, también a nivel cognitivo, con un aumento de capacidades como el rendimiento, la creatividad y el análisis de problemas. Por último, viajar también aumenta nuestra perspectiva y nos ayuda a relativizar y, por lo tanto, a analizar con más objetividad las circunstancias que nos rodean".
Viajar ayuda a mejorar la atención plena en el momento presente, como la meditación
D. R.
¿SON QUIENES VIAJAN MÁS INTELIGENTES?
Entonces, hablando claro: ¿Somos o no más inteligentes quienes viajamos? Miralles responde así: "Actualmente, no podemos hablar de sólo una inteligencia general, pues estudiamos hasta ocho tipos de inteligencias; no obstante, sí podríamos afirmar que las personas que realizan viajes podrían obtener una mayor inteligencia interpersonal (al poder empatizar más con las personas que tienen formas distintas de entender la vida y al tener más información para poder valorar su estilo de vida)".
Burque, por su parte, nos compara las vacaciones con un "gimnasio mental": "No creo que quien viaja sea más inteligente que quien no lo hace, pero si el cerebro es un músculo, viajar es como ir al gimnasio. Es decir, viajar tonifica en muchos aspectos el “músculo” de nuestro cerebro (creatividad, resolución de problemas o atención plena), provocando querinda mejor en la vida".
Stephen Strange no sería un héroe si no hubiese emprendido aquel viaje hacia Kamar-Taj
D. R.

Friday, 14 October 2016




 GQ España - ¿Te consideras una persona rara? 




No te van a dejar ser raro. Es un derecho que perdiste el siglo pasado.

Seguro que en algún momento del siglo XX te sentiste un poco raro. Si eras el típico repelente te gustaba referirte a ti mismo como rara avis, sin tener muy claro si tenías que decir "un rara avis" o "una rara avis". Qué lío de latinajos. Pero, en cualquier caso, los veranos en el pueblo te habías cansado de ir a ver luciérnagas y en vez de echar la siesta te quedabas viendo esos westerns en la tele. Un provocador nato. Un outsider.

Pero estamos en 2016 y muchas cosas han sucedido desde entonces. La globalización está ya consolidada, internet nos ha puesto en contacto con todos nuestros iguales y hemos llegado a varias conclusiones, entre ellas que la normalidad no existe (no es la norma) y que los raros somos batallón, somos el nuevo mainstream y somos, además, un negocio millonario. 'Star Wars' me lo regaló. Marvel me lo confirmó. Amanda Knox ya repicó. Y se formó la gozadera. Ella dice, con su rocambolesco historial de sangre, amor y tribunales, que se siente "un poco rara". Ese es el nuevo baremo. Entonces, ¿tú cuán raro eres?

Date cuenta que ya no puntúa que usaras chupete hasta los cinco años, que nacieras con seis dedos en los pies o que tus padres fueran primos. Que te pongas los calcetines de colores distintos o te tiñas el pelo hoy de rosa y mañana de morado. Tus pocas habilidades sociales ya no importan tanto porque la gente se comunica por whatsapp y porque los solitarios son un neocolectivo etiquetado y empaquetado. Que todo lo "de culto" arrasa en las descargas ilegales. No te van a dejar ser raro. Es un derecho que perdiste.

El orgullo friki llena las calles. Ser homosexual ya no es ser "rarito”. Ligar por internet está más visto que el tebeo y la ansiedad por ver las series al momento ha hecho que hasta el más pintado se haya acostumbrado a la versión original con subtítulos. Todos viajan a Tailandia. Todos comen ramen. Cualquier causa hace un Change.org y recibe 20.000 firmas. Los Coen arrasan en los Óscar. La propuesta de construir la estrella de la muerte llegó a la Casa Blanca. Ya no hay minorías silenciadas. 

Ya no hay rarezas difíciles de encontrar. Qué decepción. El mundo se ha hecho tan tolerante y comprensivo aunque sea de boquilla, es tan fácil ser solidario o alternativo y se habla tan de todo que lo raro queda prácticamente marginado a lo ilegal y, reconócelo, tampoco quieres llegar a ese punto. Knox es un poco rara, pero nada en comparación con el caníbal de Rotemburgo. Está todo visto y hay que currárselo mucho para sorprender con tu rareza.

Así que no te creas tan especial porque te gusta el arte polinesio, pues harás cola en los museos igualmente. No creas que tú descubriste a ese escritor polaco, que pasó por Madrid y las entradas para su café literario volaron en cuestión de minutos. Si te pones retro y te casas virgen descubrirás que los emos te querrán para su grupo. Si prefieres ser un horticultor autosuficiente entrarás en el movimiento orgánico sostenible. Te queda la cárcel, aunque la delincuencia también está en boga y tendrás que currártelo para destacar.

La otra opción, claro, es el dinero. La rareza, si se ha convertido en algo, es en élite. Comprarte una isla desierta, bañarte con agua de Evian gastarte 20.000 dólares en volar en el avión más caro del mundo (aunque ya hay un año de lista de espera), llevar implantes en el culo o llamar a tu hija Norte Oeste. Aun así, crearás tendencia y todo el mundo querrá ser como tú, aunque no puedan. No serás el bicho raro, la oveja negra, sino que serás ídolo de masas. Hay una conspiración para que no seas raro

No te lo van a permitir.
Así que asumámoslo. La rareza ha muerto. Y no es raro. Es lo normal. Como tú y como yo. Como Amanda. Como todos.


MATEO SANCHO  07 · 10 · 2016

Originalmente publicado em: